En la sociedad actual, la figura del coach de vida se ha vuelto cada vez más popular. Sin embargo, hay que recordar que al igual que muchos otros profesionales, no somos perfectos, sino seres humanos con nuestras propias limitaciones y desafíos.
En nuestra cultura obsesionada con la perfección, a menudo se espera que los coaches de vida seamos modelos de virtud y éxito en todas las áreas de nuestras vidas. Sin embargo, esta expectativa es irreal y poco saludable. Los coaches de vida también enfrentamos dificultades y desafíos, y es importante reconocer que estas experiencias pueden incluso mejorar nuestras capacidades para acompañar a otros a superar obstáculos similares.
A medida que como coaches de vida aceptamos nuestra propia humanidad, también podemos permitirnos ser más vulnerables con nuestros clientes. Esta vulnerabilidad puede fomentar una conexión más profunda y auténtica, lo que a su vez puede llevar a un mayor crecimiento y cambio.
Al compartir nuestras propias luchas y fracasos, logramos conectar más con nuestros clientes y les recordamos que no están solos y que no son los únicos que enfrentan dificultades, lo cual los impulsa a encontrar nuevas formas de enfrentar sus retos.
Aceptar nuestra humanidad también significa reconocer la importancia del autocuidado y el apoyo emocional, ya que no podemos ayudar a otros si no somos capaces de cuidar de nosotros mismos.
Los coaches que conocemos y aplicamos de manera correcta la metodología del coaching hemos aprendido a aceptar nuestras áreas de oportunidades, lo cual nos permite desarrollar una mayor empatía hacia nuestros clientes. Al entender nuestras luchas y limitaciones, logramos ser comprensivos y solidarios a sus realidades.
La empatía puede fomentar una relación más cercana y de confianza coach /cliente, lo que a su vez puede llevar a un mayor progreso y cambio en la vida del cliente.
Para cerrar y aunque suene reiterativa, los coaches de vida no somos perfectos, sino seres humanos con nuestras propias luchas y desafíos.
Tener el coraje de aceptar y abrazar nuestra humanidad, nos hace ser más empáticos y tener mejor conexión y efectividad en nuestro trabajo.
Yo como coach de vida, capacitadora y oradora motivacional, he aprendido que no pasa nada por mostrarme vulnerable, al hacerlo enseño a mis clientes a que también reconozcan mi parte sensible e imperfecta, lo cual los hace sentirse más cómodos compartiendo sus propias luchas, miedos y retos en las sesiones.
Querido/a lector/a te invito a ser empático/a y comprensivo/a con las personas que, con amor, entrega y sobre todo vocación, se dedican a acompañar a otros en sus caminos de crecimiento y transformación. Nosotros no solo nos hemos equivocado en el pasado, sino que es muy probable que cometamos nuevos y diferentes errores en el futuro.
Con cariño: Raquel Salas De Díaz.